Cuando conocí a Dolors vivía en la calle Jovellanos, en pleno centro de Barcelona. Ella tenía 22 años y hacía tres que se había muerto su madre y aunque siguió viviendo un tiempo con su padre y su hermano, cuando su padre se volvió a casar ella decidió independizarse y alquiló un piso, un ático en la calle Jovellanos que es una calle que está en pleno centro de Barcelona a dos minutos de la Plaza Cataluña y que va desde la calle Tallers a la calle Pelayo.
Viviendo ella en la calle Jovellanos es cuando hicimos el primer viaje a Galicia en 1974 y después fue cuando le propuse que viviéramos juntos en el piso que alquilamos en Fabra y Puig, 66 ático. Ese tiempo fue de salida como amigos antes de formar pareja definitivamente. Era un piso muy pequeño de 37 metros cuadrados con una terraza de 107 metros cuadrados que si bien era la terraza del edificio, no la usaba nadie y además la ventana del comedor del piso daba a la terraza así como de otra habitación que había que se convertiría en la habitación de Alana.
Ese piso tan pequeño contiene mucha historia de Dolors que sería larguísimo de contar al completo. Su padre le ayudó a pintarlo y sus tíos, una vez que lo empezó a habitar, como estaba muy cerca de la calle Bot, siempre estaban pendientes de ella.
El destino quiso que años después, habiendo amueblado el piso de Fabra y Puig en un principio con los muebles de Dolors, donde fuimos tan felices, lo dejáramos y nos regreserámos a vivir los tres, Alana ya tenía poco más de un año, al piso de Jovellanos que amueblamos de nuevo de manera distinta para poder estar con Alana. El piso tenía una habitación que servía de cuarto de estar y por la noche del mueble biblioteca se abría la cama donde dormíamos, una habitación para Alana y otra que era el comedor-cocina (el baño aparte). Tanto el comedor como la habitación de Alana tenían ventanas que daban a la inmensa terraza. Estas tres fotografías están tomadas en la mencionada terraza.
