COMO NUESTRA HIJA ELENA VOLVIÓ

    por José Luis de la Rica Iniesta


    En esta página, reproducida aquí con su permiso, Jose Luis de la Rica Iniesta, explica el proceso que le ocurrió desde que falleció físicamente su hija, y sintió que la había "perdido", hasta que la "recuperó" y de ahí el título puesto a esta maravillosa explicación. Las frases que aparecen en color blanco, se corresponden mayoritariamente a Elena o a Luis, en general si quien habla, está en el Otro Lado.


    Somos una familia de Madrid que ha pasado por la experiencia de la muerte de su hija Elena que tenía doce años cuando la Leucemia la alejó de nuestro lado. Era el 27 de Marzo del año 2000.

    Elena era vivaracha, inteligente y muy activa. Era una niña alegre y, quizá por haber crecido entre personas adultas, era también muy madura. Sus hermanos tenían doce y catorce años más que ella, y desde los seis, sus abuelos maternos vivían también en la misma casa.

    Gozó siempre de buena salud. Pero un día dijo sentir dolor en un codo. Al no poder atribuir la causa a ningún golpe, se le hizo una analítica y allí apareció la leucemia. El tipo de leucemia de Elena se cura hoy en un noventa por ciento de los casos, les dijeron los médicos. Su cuerpo reaccionó muy bien a la medicación y, a los quince días de tratamiento ya había desaparecido la enfermedad de su sangre. Todo fue estupendamente.

    Hacía una vida prácticamente normal, hasta que quince meses después del primer diagnóstico sufrió una recaída que ya resultaría fatal. El suyo, fue un caso de auténtica mala suerte.

    Mi esposa es una mujer que siempre ha tenido fe, esa fe de andar por casa que resiste poco cuando una tragedia como la que hemos vivido aparece. Yo abandoné toda creencia hace muchos años, aunque Jesús ha sido el referente desde el que he ido conformando mi vida. Siempre ha sido para mí el Maestro.

    La consecuencia de esta ausencia de todo tipo de creencia fue que la muerte era para mí el final de la existencia. Con la muerte desaparecía todo rastro de los seres vivos. Así, la muerte de Elena supuso tal desesperación que el deseo de quitarme la vida se abría como la única salida ante tanto desgarro.

    Hoy, dieciséis meses después, nuestra vida y la de nuestros dos hijos (Rubén 26 y Roberto 24) ha cambiado de tal manera que me resulta difícil expresar los sentimientos que sustentan nuestro ánimo ya que ahora tenemos la certeza de que Elena no sólo es más feliz que nunca, sino que nuestra hija y hermana está más próxima de lo que hubiéramos podido tan siquiera soñar.


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    Hace ya algo más de un año, la muerte nos llegó, junto con la de nuestra hija y hermana: ¡Un suplicio inmenso, un cruel desgarro rompió nuestro corazón!

    Ahora iríamos solos a todas partes. Con ella se fueron, esas cosas que llenaban, con la suya, nuestra vida.

    Sí, con los hijos se mueren los padres. El amor que da expresión a la vida, se corta de pronto, y se hiela e hiberna el sentimiento. Ya hay un antes y un después. La vida se parte en un ahogado desmayo, y el dolor aparece como una terrible advertencia, sobre la fragilidad del ser humano.

    El conocimiento que nosotros teníamos de la muerte, no podía hacernos sentir, sino desolación y amargura.


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    Pero poco después, Elena, nuestra hija del alma, volvió. Volvió para consolarnos. Volvió para hacernos saber que no había desaparecido, que lo que Jesús decía una y otra vez, era una Realidad absoluta, cercana y maravillosa.

    Sí, se hizo notar insistentemente. Tanto... como para hacer dudar al principio, y convencer después, a alguien tan desesperadamente orgulloso e incrédulo como yo.

    No se piensen que el dolor predispone para admitir como señal o prueba lo primero que aparezca, ¡no! La incredulidad y la angustia que sentía impedían cualquier esperanza, y "mi chica", se tuvo que esforzar mucho, para convencerme de que seguía ¡Viva!

    Mi "chica", y la Inmensa Piedad de Dios. La piedad de un Padre hacia un hijo que le había dejado. Un hijo que se encontraba perdido y hundido en la desolación, y sin más esperanza que la de encontrar cuanto antes la muerte y, cuanto antes, terminar con tanta aflicción.


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    Sí, amigos, el consuelo llegó con mi hija y, con la inmensa piedad de Dios. Un Dios, que está deseando hacernos saber cuánto nos ama. Un Dios, que estaba con los brazos abiertos, esperando que yo asumiera mi pequeñez, mi debilidad. Que abandonara mi orgullo, y que le mirara suplicante y, suplicante le rogase una explicación. Un Dios que, - ahora lo sé -, nos hizo eternos, como él mismo. Sólo Dios ha podido devolvernos a nuestra hija y hermana.

    Su explicación no se hizo esperar. Y, a través de ella, he encontrado el profundo sentido de mi vida. El sentido que tanto buscaba y que, ahora por fin, he conocido: Estoy aquí para intimar con un Dios que es el Bien, que no puede querer más que el bien, y que ha querido que su Bondad pase por el corazón de los hombres.

    Si tener fe consiste en creer ciegamente; yo no tengo fe. Lo que yo poseo es certeza. Certeza y confianza. Una absoluta confianza en la grandeza de Dios. Una confianza a la que no se llega por desesperación, sino asumiendo el papel que nos corresponde: ¿Cómo nos atrevemos a pedir cuentas, a quien tanto "Es"? Un Dios, que se rebajó ante sus hijos, que se dejó envilecer y asesinar, para que pudiéramos conocer la absoluta grandeza de su amor. Pero él, que se dejó humillar, no nos exige humillación. Sólo nos pide confianza y que le amemos.

    Los acontecimientos que han venido ocurriendo en nuestra vida desde la partida de Elena, nos ha convencido de que la muerte no existe y han logrado el regreso de aquélla fe de mi infancia. Pero ahora mi fe no es fe ciega, sino que nace de un entendimiento profundo que viene de mi interior, que ha convertido aquélla fe antigua en certeza y confianza total.

    Certeza que también se manifiesta a través de la oración, mediante un sentimiento interior de elevación, en el que el espíritu se desprende de la materia, y consigue transcender un instante de mi existencia terrenal. Es una sensación que desborda la emoción, y te sientes acogido por unos maravillosos brazos de luz.

    No encerremos el misterio de Dios dentro de nuestra limitada razón. Pongamos también en su búsqueda la intuición que brota del corazón y, en silencio, escuchemos cómo nos habla, oigamos la dulzura de su voz. Tenemos toda una eternidad para ir descubriendo la absoluta Grandeza de su amor.

    En la tierra, percibimos dulces destellos de lo que es Su amor, a través del que sentimos por nuestros hijos. Y, ved, ¡cuánto duele que se alejen de nuestro lado!

    Así es que; ¿qué sentirá Dios cuando ni siquiera nos acordamos de él? ¿Cuando la soberbia pretende ocultar ante nuestras conciencias, nuestra ignorancia?

    Pero él espera. Dios dispone de la eternidad para ofrecernos su misericordia, y cada uno de nosotros se la pedirá cuando le llegue el momento. Para unos, en el tiempo de su vida en la tierra. Para otros, cuando al abandonar su cuerpo, descubran que siguen vivos, que la muerte no existe y entonces alcancen el momento de imaginar la grandeza que gobierna el Universo.

    Dios se hizo hombre para hacernos saber todo esto, pero con nuestra limitada capacidad para amar, no terminamos de creer que tanta Bondad sea posible.


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    En la intimidad de nuestro hogar, cada uno de nosotros ha recibido diferentes señales en las que se ha sentido individual e íntimamente tocado por la influencia de Elena, mostrándonos algo personal entre ella y el receptor de la señal, y ante cuyas evidencias nos hemos terminado rindiendo gratamente.

    Es cierto que ha sido maravilloso poder admitir lo que ha terminado por ser evidente, pero no piensen que ha sido fácil convencernos, el miedo a la decepción provocaba que estuviésemos muy atentos para hacer un examen riguroso ante lo que pudiera tener una explicación lógica y, sólo después de ese análisis hemos ido despejando todas las dudas que se nos presentaban.

    Voy a describir algunas de esas señales, pero, ¡insisto!, recordad que los primeros sorprendidos fuimos nosotros, especialmente yo, que como os he dicho estaba totalmente ajeno a cosa alguna que no pudiera ser demostrada científicamente.

    A los dos o tres días de haber quedado su cuerpo en el cementerio, me desperté mientras mi esposa se acostaba, bajo el influjo de un fuerte olor que no sabía a qué era debido. Yo apenas tengo olfato, mi esposa lo tiene muy fino, pero ella no olía nada. Despierto seguí durante unos minutos oliendo. No le di importancia pues yo desconocía que eso fuera una señal. Tampoco podía reconocer ese olor. Esta señal la he recibido tres veces más. En dos ocasiones, mi esposa sintió conmigo el fuerte olor, que según me dijo era de rosas, en una ocasión y al perfume que usaba la niña en otra.

    Aproximadamente cuarenta días después del tránsito, una fotografía de Elena cayó sobre mi pie. Estaba sobre una estantería que tenía una moldura en el borde exterior que superaba la base en unos milímetros. Se encontraba apoyada sobre un pequeño florero y tenía un clavel delante que no había caído. Intenté que la foto cayera una y otra vez de todos los modos físicamente posibles. Al final comprendí que no tenía explicación lógica...

    Otro día, me disponía a cortar un trozo de sandía al lado del frigorífico, cuando mi esposa vio cómo a mi espalda se descolgó un colador que estaba en la pared sobre un adorno de cocina. Vio cómo se elevaba y haciendo una parábola terminaba por caer bajo la pila de la cocina, quedando en el suelo pegado a la pared de enfrente. Lo estábamos comentando cuando mi suegra entró en la cocina y dijo: “¿Estáis hablando del colador? Es que a mí me lo tiró el otro día. Me dio en el hombro y al caer me dio también en la pantorrilla” No lo había dicho, dijo, porque “no os lo ibais a creer”

    Entre tanto, mis dos hijos - de veinticuatro y veintiséis años- sentían al acostarse que la niña se tumbaba en sus camas y que les abrazaba.

    Un día fuimos a visitar a unos amigos, cuya hija se había marchado unos meses antes que Elena. Viven en Jaén. Les llevamos algún libro y nuestra esperanza tras las cosas que hasta ese momento nos habían ocurrido.

    Dos días después de volver a Madrid, nos comunicamos por teléfono con la mamá de Gema, que así se llama la niña, la cual nos contó lo que sigue: Había ido a ver a la psicóloga que le atendía desde que su hija se había marchado. Le estaba contando lo que le habíamos dicho y, cuando estaba hablando de Elena, oyó un golpe a su espalda que le asustó y vio cómo la doctora se ponía pálida. Quiso mirar hacia atrás pero la doctora le conminó a que siguiera con el relato que estaba contando. “Cuando terminé de hablar - me contaba- me cogió del brazo y, ayudándome a levantarme de la silla, me llevó hasta un aparador que había a mi espalda y, levantando un abanico de bronce de unos tres o cuatro kilos que estaba caído sobre el aparador, me dijo: "Este abanico lleva aquí veintidós años y nunca se ha movido. Perdone usted la expresión, estoy "acojonada" (asustada). Esto lo ha provocado la niña de quien estábamos hablando. No me cabe otra explicación”.

    Un par de meses después, volvimos a casa de estos amigos. Les llevamos un poema que había escrito para su hija. Lo habíamos enmarcado y puesto un cristal para que pudiesen colgarlo en la pared. Pues bien, pusieron el cuadro sobre una estantería mientras que se decidía el lugar donde ponerlo definitivamente. Al día siguiente, acababa de salir de la sala mi esposa y una amiga de la casa, cuando se cruzaron en el quicio de la puerta del salón con la mamá de Gema. ésta, al entrar, buscó el cuadro con la mirada, no encontrándolo en el sitio en el que lo habían dejado el día anterior. Miró a los lados y vio que el cuadro se encontraba a un par de metros a la izquierda, en el suelo boca abajo y delante de un cuadro con la fotografía de Gema.

    Otra cosa sorprendente que ha ocurrido fue una llamada grabada en el buzón de voz del teléfono móvil de mi esposa en la que mi hijo mayor, con una voz un poco más grave de lo normal pero sin dudar que era él, decía: “¡Hola Isa!” - Isa es el nombre de su novia. Isa era para Elena su referente de chica mayor. Continuaba: “Te quiero vida mía, te echo de menos, te adoro...” y cosas así. Cada frase, era más romántica que la anterior. El mensaje duraba más de treinta segundos. Si bien nos pareció extraño ese mensaje en ese teléfono, supusimos que el chico se había equivocado y que lo había grabado allí sin darse cuenta. Más tarde nos dijo que ni era esa su manera de expresarse, ni él había enviado un mensaje así. Hicimos comprobaciones y llegamos a la conclusión que ese mensaje se había grabado utilizando una llamada que había hecho yo y a la que nadie contestó, excepto la voz de mi hija que estaba grabada en el contestador del buzón de voz. Esta llamada la hice desde un velatorio, un día que tuvimos algunas señales más.

    Luces que se encienden y se apagan, plumas en lugares insospechados... En fin, hemos tenido múltiples señales en el transcurso de poco más de un año. Pero además, la víspera de Reyes, al regresar mi esposa a casa después de entregar unos juguetes de Elena para los niños inmigrantes del barrio, - imagínense su estado de ánimo- oyó a la niña que le hablaba en el interior de su mente. Dos meses más tarde, amplió estas conversaciones a través de su hermano mayor. él la había estado oyendo esporádicamente desde casi el principio, pero nunca había intentado establecer un diálogo con ella.


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    El tipo de mensajes que hasta el día de hoy Elena nos envía son para convencernos que es muy feliz, que no debemos estar tristes: "No estéis tristes, porque si lo estáis, nosotros también lo estamos. Quiero que sepáis que echamos de menos a nuestros papás y que nos acordamos mucho de vosotros".

    Continúa: "La Virgen es una Señora que nos envuelve con su Luz. Es una Luz maravillosa. Es la mamá de todos aquí"


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    Un día, Ana María está pensando, si unos niños se podrán comunicar con sus padres. Oye a Elena que le dice: "Todavía son muy pequeñitos. Cuando sean más mayores se lo podrán pedir a Jesús y él se lo concederá".


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    Otro día le preguntamos: ¿Entonces, es más fácil que os conozcáis entre vosotros si los padres estamos juntos y nos apoyamos?

    Elena responde: "Sí. Esto funciona como el libro del Mensaje de la Esperanza que habéis leído".

    Observen cuánto nos acerca la oración a Jesús. Le pregunta Ana María: ¿Oíste que le pedí a Jesús que ayudara a Alberto a encontrar la Luz?

    E.- "Si, lo oí y Jesús también te escuchó".


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    Otro día me manda una regañina:

    Ana Mª: Elena, yo no sé si tengo que hacer las cosas como dice tu padre, pues me tiene hecha un lío.

    E.- "Dile a papá que cada uno tiene que hacer las cosas según lo sientan. Que el camino hacia Jesús es largo y cada persona tiene que andar su propio camino y llevar su propio proceso. Dile a papá que no sea tan exigente contigo, que Jesús no lo es con ninguno de sus hijos".

    En otro momento: "Di a papá que le pida a Jesús que le dé serenidad, para que la paz y la esperanza que quiere hacer llegar a las personas así sea".

    "Dile también que el viernes dijo lo que necesitaba oír la mamá del chico que se suicidó. Y que tenga fe, que su hijo, si no está todavía en la Luz, muy pronto lo estará".

    "Mamá, papá, tened paciencia que Jesús está con vosotros. ¡Os quiero!"

    Ana Mª.- ¿ Eres feliz, hija?

    E.- "Sí, mamá".

    A.- ¿Eras más feliz en la Tierra o ahora?

    E.- "En la Tierra era feliz con mis papás y mis hermanos, en el 'cole'. Pero aquí soy inmensamente feliz".

    "Darle un beso a mi amiga 'Sonia' y a su familia. Decirles que los quiero y le pido a Jesús que cuide de ellos".

    "Mamá; que tengas un buen día. Dile a papá que no esté triste".


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    El 5 de Febrero.

    Elena: "Mamá, no estés triste que yo estoy bien. No estés afligida, supera el dolor. Créetelo mamá, soy feliz. Sé cuánto me echas en falta. Yo le pido a Jesús y a la Virgen que os ayude... y tú mamá, créetelo, no desfallezcas que Jesús y la Virgen os van a ayudar. También le pido por Rober, (es mi hijo menor) que nos necesita mucho. Os quiero mamá, papá".


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    En el primer aniversario de su marcha estaba escribiendo un mensaje para leerlo en la Misa, su madre le pregunta: Elena, ¿quieres que en la Misa por el primer año de tu marcha hacia el Cielo, digamos algo en tu nombre?

    E.- "Lo primero, mamá, le voy a pedir a Jesús que nos deje estar en la Misa a todos los hijos de los que vienen (observen el tiempo del verbo. Aún faltan dos días, pero parece que ella sabe quiénes van a asistir) a la Misa y están aquí, en la vida eterna conmigo, en el Paraíso".

    "Mamá, esto es el Paraíso y somos inmensamente felices. Sabed que os queremos igual y os recordamos como vosotros nos recordáis. Pero no sufráis, que cuando os reunáis con nosotros, veréis lo maravilloso que es estar aquí".

    Ana Mª.- Le doy gracias a Jesús por el milagro que nos ha concedido por permitirnos que estemos en contacto contigo.

    E.- "Hay que darle gracias todos los días porque su amor hacia los hombres es infinito".

    "Soy muy feliz mamá. No sufras, que la espera para reunirnos no es nada, comparada con la inmensa felicidad que nos espera aquí, en la eternidad".

    "Os quiero mucho, mamá, papá".


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    Las conversaciones con Rubén (nuestro hijo mayor) han sido de este tenor:

    La primera vez que Rubén se ha comunicado con su hermana después de que ésta se haya puesto en contacto con mi esposa fue un día en el que se encontraba ante la imagen de "El David" de Miguel Angel. Dice Rubén que estaba sobrecogido ante tanta belleza cuando siente a la niña que le dice: "Qué, te gusta ¿verdad?" él casi sin darse cuenta le contesta que sí, que es una obra muy hermosa. Elena le contestó que "sí, que era muy hermosa". Cuenta que se quedó sorprendido por el hecho de que le respondiera. Y que lo sintió como si lo comentara alguien que estuviese harto de conocer la belleza.

    Dos días después, estaba en su cuarto estudiando y tenía puesta música de fondo. Al ir a coger un folio, y retirar una fotografía de la niña que tenía encima siente de nuevo a Elena que le dice: "¡Qué música más bonita tienes puesta!"

    R.- Te gusta ¿verdad?

    E.- "Sí, es muy bonita" "¿Has visto cómo funciona esto?

    Él cree que se refería al hecho de que habiendo música le resulta más fácil el contacto.

    Rubén no puede seguir y comienza a llorar. Elena le dice: "Venga no seas 'pesao' y sigue estudiando… Dile a papá que soy muy feliz... Bueno, ¿qué, qué querías saber?"

    No supo qué contestar. "Pesao" es una palabra que Elena utilizaba frecuentemente, y como vemos, lo sigue haciendo. La pronuncia más veces.

    Otro día estaba pensando que tal vez no pudiese volver a comunicarse con ella, cuando aparece y le dice: "No te preocupes por eso. Tú haz tu vida que yo estoy haciendo la mía".

    R.- Pero volveremos a poder comunicarnos, ¿No?

    E.- "Pues claro. Tú por eso no te preocupes"


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    El 16 de Mayo, Elena se despidió de nosotros. Creo que es bueno que me extienda un poco y cuente cómo lo hizo:

    Era mediodía cuando poniéndose en contacto con su madre, le dice: "Mamá, ayer me oíste que te decía que hacía cuatro años del día de mi comunión. Ojo: No pude comunicarme contigo porque estabas muy triste y como ausente. Yo lo entiendo mamá, son días muy especiales, pero piensa en los doce años que hemos podido disfrutar, yo junto a mis papás y hermanos y vosotros, papás, de mí, vuestra hija. Pero recordar siempre que aquí somos inmensamente felices, y que vamos a estar juntos de nuevo, cuando vosotros estéis aquí conmigo".

    En ese momento sonó el teléfono. Era Nieves, (una amiga que tiene mediumnidad, si bien ella se asegura mucho antes de contarlo).

    Nieves.- Ana María, te llamo para decirte que ayer estuve hablando con tu hija, y también esta mañana.

    Ana Mª.- Estoy hablando con ella en este momento.

    Nieves.- Entonces, cuando termines, llámame.

    Elena continúa: “Mamá, como ayer no podía hablar contigo, estuve hablando con Nieves y hoy también, pero luego he podido hablar contigo. Mamá, no sé el tiempo que voy a estar sin poder hablar contigo. Tenemos otra misión que hacer. El tiempo, no lo sé. Eso Jesús lo dirá".

    Al terminar, llama Ana María a Nieves, y ésta le cuenta que: "Estaba leyendo un libro en un parque cuando aparece Carlos y una niña".

    Carlos es un chico del grupo, que también se comunica con su madre y ya ha enviado una gran cantidad de señales y mensajes. Más adelante, hablaremos de la incidencia que Carlos y Elena están teniendo para reunir y enviar mensajes, de los chicos, cuyos padres nos vamos conociendo en el grupo. Él se había puesto en contacto unos días antes con Nieves.

    "Carlos no dice nada. La niña se acerca y me dice que es Elena"

    E.-"Di a mis papás que tengo que hacer lo que estás leyendo ahora en ese libro. Que tengo que ir a algún sitio y durante un tiempo no voy a poder comunicarme con ellos"

    Leía que los que llegan al Más allá, tras un tiempo de vivir en un mundo que ellos se creaban, les llegaba el momento de elevarse, purificándose de la parte material y espiritualizándose cumpliendo con una tarea que ellos eligen. Esta tarea puede ser la de recoger almas que llegan al Más allá, o bien cuidar de personas en la tierra, o bien investigar, etc.

    E.- "Diles que no se preocupen, que será un tiempo, pero que luego volveremos a comunicarnos. Díselo sobre todo a mi papá. Que sepan que he de hacerlo".

    Nieves no está segura de si nos lo tendría que decir porque "es muy duro deciros eso" - dice -, "y más sin estar segura de que sea cierto que sea Elena".

    Al día siguiente, estaba en clase, aparece Elena e insiste en que "tiene que llamar a sus papás y que les tiene que decir lo que le ha contado". Nieves le dice que ahora no le puede atender porque está en clase. "De acuerdo, te espero a que termines". Cuando tras acabar la clase, sale a la calle, Elena vuelve a la carga diciéndole: "No te preocupes que mis papás lo van a entender". Nieves le responde que ahora, en cuanto llegue a su casa, nos llamará.

    Cuando llega a casa nos llama. En ese momento está Elena hablando con Ana María y ya nos está informando ella personalmente.


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    Al día siguiente, Elena, también se despidió de Rubén.

    Sin embargo unos días después se volvió a poner en contacto con su hermano mayor. Su abuela materna estaba hospitalizada y bastante grave. (Rubén es fruto de un matrimonio anterior mío y Roberto, el pequeño, lo es de otro de mi esposa).

    Estaba en la sala cuando Rubén se percata de la presencia de Elena. Dice que cuando habla con ella es como si su voz, que en realidad no la oye, saliera de dentro de èl mismo, pero cuando sabe que està presente, es porque la oye reír, como lo solía hacer.

    R.- Sabes Elena, estoy muy preocupado, he visto a mi abuela bastante mal, ¿querrías encargarte tù de recibirla?

    E.- "No te preocupes, no es necesario. Ella tiene mucha gente a su alrededor que estàn encantados de poder ir a recibirla"

    R.- Elena, ¿crees que podría contar esto por ahí?

    E.- "Seguramente no te van a creer, pero a papà sí, cuéntaselo".


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    Al día siguiente se comunica con Ana María:

    E.- "Buenos días mamá".

    A.- ¿Eres tú hija?

    E.- "Sí mamá".

    A.- ¿Puedes ya comunicarte con nosotros? ¿Ya has terminado con la misión que estabas haciendo?

    E.- "No mamá, no he terminado pero me han permitido ponerme en contacto con vosotros. He bajado para ver cómo esta Javier y estar con vosotros" (Javier es otro niño del grupo de la Esperanza y acerca de quien dijo en una ocasión a su mamá que ella "lo velaría hasta que tú vengas") La madre de Javier realiza viajes astrales a voluntad. De ellos, también trae mensajes de los chicos del grupo.

    "Mamá, acuérdate siempre, ¡lo feliz que soy! y no te dejes caer en el sufrimiento. Recuerda siempre lo felices que seremos aquí en la vida eterna. Que aquí vamos a vivir todo lo que no pudimos vivir en la tierra. Recuerda que os quiero mucho y que eso no muere. ¡Al contrario! Cada día el amor es más grande".

    A.- ¿Estás con Carlos?

    E.- "Ahora mismo, no. Pero sí estoy con él. Es como mi hermano mayor. Dile a su mamá que los quiere mucho".

    A.- Hija, pídele a Jesús en nuestro nombre por la abuela de tu hermano Rubén.

    E.- "Mamá, no te preocupes que Jesús está con ella y no sufre. Se está preparando para venir a la vida eterna".

    A.- ¿Hija, vas a salir tú a recibirla?

    E.- "No lo sé mamá".

    A.- Bueno cariño, que ya llego a trabajar. Te quiero hija.

    E.- "Y yo a vosotros. Mamá, besos a los yayos y a Rober"

    Unos instantes después:

    E.- "Dile a Paquita que Ferrán es muy feliz. Y esto para ti también mamá; no lloréis tanto - sonriendo, continúa - que nos vamos a cansar de secaros las lágrimas. Dile a Paquita que Ferrán les quiere muchísimo" (Otro chico del grupo).

    Unos minutos más tarde me cuenta Ana María todo esto, y le digo que si vuelve, le pregunte si fue ella la que habló con Antonio, el marido de Nieves. En esa comunicación un espíritu que decía ser Elena manifestaba que se iba a reencarnar. Ante las dudas que surgían en Antonio, que nunca había tenido ningún hecho semejante, la voz le hizo tomar una fotografía a una imagen que tenía en su casa. Era un ángel con una niña. La foto salió con evidentes muestras de una presencia.

    Después de hablar conmigo, le pregunta a la niña al respecto, y ella contesta:

    E.- "Di a papá que él esté tranquilo con lo de la reencarnación. Yo no he hablado con Antonio" (el esposo de Nieves).

    "Y dile que Jesús me va a permitir salir a vuestro encuentro y vamos a volver a estar juntos".

    "Un beso muy grande. Os quiero".


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    4 de Enero del 2002.

    E.- "Mamá, no llores que las lágrimas y la angustia no te dejan ver el camino tan maravilloso que tienes por delante. Tienes una labor muy bonita que hacer. Tienes mucho amor que dar a muchas personas que lo necesitan. ánimo, mamá, no decaigas. Jesús lo comprende, estáis en la tierra y la separación de nosotros, vuestros hijos, es muy fuerte. ¿Cómo no lo va a entender él, que estuvo en la tierra y se fue de ella de una forma tan brutal? Pero Jesús nos premia aquí en el cielo con una vida eterna y maravillosa y, a vosotros, nuestros padres, haciéndoos saber que seguimos vivos, más vivos que nunca".

    "Mamá, escribe lo que acabas de leer, que eso te lo digo yo. Te pido una cosa, mamá, que nunca llores, que no sufras, que sonrías más aún, más cada día, cada año hasta el día que nos reunamos en la vida eterna. Te quiero, mamá".


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    En un par de ocasiones, he sido testigo de la comunicación entre mi esposa y Mari Cruz, la madre de Carlos. Yo preguntaba y las dos madres me contestaban al unísono. Ellas oían a los dos chicos a la vez.

    Así, ya contábamos en el grupo con tres madres que se comunican con los hijos, y otra que se comunica mediante viajes astrales. La madre de Carlos también los hace.

    Pero, desde el mes de diciembre del 2001, otra madre del grupo, Rosi, habla telepáticamente con su hija Susana. Y también a mí, Jesús me ha concedido la gracia de poder comunicarme con el Más Allá. Ya he recibido varios mensajes, tanto de mi hija como de los otros chicos. También he conectado con mi padre y con mis abuelos. Y en alguna ocasión he viajado astralmente y me he reunido con los chicos.

    Veamos algunos de los mensajes que los otros chicos hacen llegar a sus familias:


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    20 de Julio del 2001.

    Ana Mª.- ¿Luis eres tú? (Es un hijo del grupo).

    L.- "Sí, Ana. Di a mi madre y a mi hermana que las quiero mucho, y que tengan paciencia con mi padre que es 'un viejo gruñón'. Tu hija es genial, nos está juntando a todos"

    A.- Has visto a Jorge? (otro chico del grupo).

    L - "Sí, está muy bien pero ahora está pescando con el 'Añoño'" Así llamaba Jorge a su abuelo. Dice su madre que cuando era pequeño, siempre iban de pesca juntos.

    De pronto, aparece Ferrán y dice:

    F.- "Ana, di a mi madre que tiene que ser muy fuerte mañana, que tiene que leer la carta que escribimos los dos" (Era la Misa de su aniversario).

    Ana piensa si ya habrán conocido a Constanza, la hija de Ana Mª (del grupo), y Luis le responde:

    L.- "No, pero no sé, porque ha dicho Elena que va a venir con una chica".

    Un tiempo después, también empezamos a comunicar con Constanza.

    A.- ¿Está Elena por ahí?

    L.- ¡No! Está con Carlos.


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    27 de Agosto.

    Eran las 7’20 horas. Ana María esperaba la llegada del autocar que habría de llevarle al trabajo. Dice que se encontraba muy triste, pues en ese día se cumplían diecisiete meses desde que se fue Elena.

    Ve dos palomas volando juntas. De pronto una de ellas se desvía hacia donde está Ana María y pasa casi rozándole la cara. Piensa en Elena y ésta le dice:

    E.- “Sí mamá, la he guiado yo hacia ti. Nosotros estamos como las palomas libres. Libres de todo dolor físico. Libres, mamá, de toda atadura. ¡Somos como el viento! “Mamá, yo sé que aunque sabiendo y sintiendo en el corazón lo maravilloso que es todo esto, es muy difícil la separación. Piensa lo maravilloso que va a ser nuestro encuentro, cuando vosotros vengáis aquí”.

    Otro mensaje de Luis, recibido a través de mí la segunda vez que comuniqué con el Más Allá:


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    15 de Diciembre

    J.L.- ¡Hola, Luis!

    L.- "¡Hola, José, te noto cansado. Sólo quiero que le digas a mi madre y a Berta, que se crean que esto que estás escribiendo es real. Sé que es difícil de creer, pero las cosas son así de sencillas. Somos las personas que con nuestra mente retorcida y complicada, interferís y dificultáis la comunicación. Tú sabes lo que te está costando porque eres también muy mental. Sin embargo, has puesto tanta confianza en Dios que has ido subiendo peldaño a peldaño, y se ha hecho realidad en tu vida lo que tanto deseabas".

    "Todos podéis alcanzar lo que tú ya disfrutas. No temáis a la ingenuidad, porque no hay más sabiduría que aquello que se lee en el corazón. Ayer lo dijiste muy claro. (Se refiere a lo que dije en el grupo) Ojalá que les haga efecto".

    "La felicidad no es locura, lo que es locura es la amargura. Esto lo tenéis claro, pero no os ponéis manos a la obra".

    "Di a Berta, (es su hermana) que busque en su interior, y descubrirá a una persona maravillosa que florece. Que no se asuste por lo que vaya descubriendo, porque está lejos de imaginar la fortaleza que tiene y la belleza que guarda en su interior. Dile que allí me encontrará. Y no porque me haya perdido, que yo no me he marchado, sino porque allí se encontrará con su esencia divina. Encontrará el cielo, porque el cielo es un estado del alma y en ese cielo estoy yo. Resulta difícil de creer que lo que le digo sea posible, pero la dificultad está en que nos creemos que somos...”

    "Estás cansado, José".

    J.L.- Sí, es verdad, pero termina, y en otro momento continuamos. Estoy alucinando, y muy emocionado.

    L.- "Bien, pues a eso iba. Estás alucinando al comprobar lo sencillo que es poder comunicar con nosotros, pero has tenido que quitarte muchas telas de araña de tu cerebro, hasta dejar a tu mente que se abra a su realidad. Poco a poco, irás entendiendo con más claridad lo que te estoy diciendo. Esto se lo digo a su vez, a Berta y a mi madre. Mi padre se opone más, porque no ha entendido que en la sencillez del corazón, está la verdad que tantas veces hemos oído todos. La verdad que Jesús vino a descubrirnos. Lo que pasa es que no profundizamos en su mensaje. Cuando llegamos aquí, esa verdad se hace sublime, como sublime es el amor que reina en el universo. La verdad es amor y es pureza. Los niños saben bien de qué estoy hablando".

    "Bueno, José, Ya seguiremos. Por ahora es suficiente conque les llegue a los míos, que yo velo por ellos, y que sepan que evitar el sufrimiento es cuestión de inteligencia, y que no es más adulto quien es más desconfiado... si eso no le lleva a encontrar la paz".

    "Vale, te dejo para que puedas descansar un rato".

    "Gracias. Tenemos mucho qué hablar. Tu hija es un ser maravilloso. No nos deja tranquilos a ninguno. Ella, aquí, hace lo mismo que tú ahí. Sois tal par cual".

    "Un abrazo".


    *     *     *


    Quiero terminar diciendo que: En verdad, sentimos la natural tristeza por no poder abrazar a nuestra hija, una tristeza, a veces muy dolorosa, pero, el sufrimiento ha desaparecido de nuestro lado porque ahora vivimos con esperanza.

    Sabemos que Elena nos acompaña y nos ayuda. Y con ella vivimos alabando a Cristo, mientras esperamos gozosos, la llegada del día en el que nos reuniremos en el Paraíso del que nos habla, - ya para toda la eternidad -, y donde disfrutaremos junto a Jesús de la felicidad eterna.

    Sin duda, esta fue la voluntad amorosa de Dios, a crear el universo. Un universo que él quiere que sea conocido por los hombres, pero del que nos encontramos lejos aún, para comprender la magnitud del sentido de su amor.

    Como se puede observar, en nuestro grupo está aflorando la esperanza. Poco a poco, todos van recibiendo señales y comunicados de sus hijos. Sabemos que ellos están juntos, que trabajan en una tarea común y que parte de su trabajo consiste en hacernos llegar la certeza de que están vivos y más felices que nunca. Queremos publicar un libro en el que describir lo que cada familia está recibiendo de su hijo. Estamos en ello.


    José Luis de la Rica Iniesta
    elvuelo@wanadoo.es



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